Artículos escritos por Matias Banchero.
El fenómeno "Don't Die", orquestado con fervor por el empresario Bryan Johnson —quien proclama con orgullo poseer los "mejores biomarcadores del mundo" y ser "cuantitativamente la persona más sana viva"— pretende desafiar la fatalidad del envejecimiento y extender la vida más allá de los límites biológicos mediante un severo régimen bautizado como "Blueprint Protocol". Johnson se declara en guerra abierta contra la muerte, luchando por una libertad prometeica de existir cuanto su voluntad dicte. Según su documental y su portal web, él se erige solitario en la cima de la humanidad, integrando el 1% de los mejores indicadores en 9 benchmarks distintos, tales como la calidad del sueño, la frecuencia de erecciones nocturnas, la desaceleración de la vejez y la masa muscular. Esta cruzada halla su dogma en la idea de la singularidad, pues la inmensa capacidad de cálculo de la Inteligencia Artificial es la garantía técnica sobre la que descansan los rigurosos criterios de este protocolo.
Un caso análogo es el de Peter Thiel, quien también trabaja en la construcción de un arquetipo de hombre que decida soberanamente cuándo y cómo morir, apalancado igualmente en la promesa de la singularidad. Otro magnate de la IA, Elon Musk, que se presenta sospechosamente solidario con la idea de abandonar la Tierra para viajar más allá de nuestro sistema solar, postula que solo evitando las limitaciones biológicas de la muerte podremos asegurar la supervivencia y expansión de la humanidad a largo plazo; naturalmente, lejos de nuestro viejo suelo terrestre.
Disentimos ante la Idolatría de la Inmanencia
Nosotros nos vemos obligados a disentir ante el extremo individualismo al que conducen estos postulados. Defendemos la vital importancia de la trascendencia como salvaguarda moral frente a las estériles idolatrías de la inmanencia. Creemos en los proyectos colectivos aquí, en nuestro planeta Tierra, y sostenemos que el foco espiritual debe permanecer entre nosotros. La IA, como herramienta técnica, debe servir al bien común y no ser el privilegio de un puñado de hombres que disponen del tiempo y el capital para plantearse una existencia de pura inmanencia material.
Al volver la espalda a la trascendencia, el actual status quo técnico-científico relativiza los valores éticos, promoviendo una mentalidad crudamente utilitaria donde todo se mide por la relación costo-beneficio, reduciendo al ser humano a un mero homo faber cuya actividad se orienta solo al bienestar físico y la riqueza. Despojado de todo horizonte trascendente, este faber degenera en el hombre que se resiste obstinadamente a morir. Nos topamos así con la paradoja de un ser que busca la inmortalidad sin Dios, bajo la pancarta que reza: “fighting for the freedom to exist as long as one chooses because we have things to do tomorrow” (luchando por la libertad de existir tanto como queramos porque mañana tenemos cosas para hacer).
Si Bryan Johnson logra dotar de sentido a su vida, esto se revela paradójicamente al final de su documental, cuando se lanza a la aventura de construir una comunidad para el "don’t die". Johnson comprende, quizás con retraso, que el anhelo de perdurar fuera de lo comunitario es solo una hipérbole de su egoísmo, por lo que su regreso a Ítaca es un retorno forzoso a la comunidad. Ofrece entonces un manifiesto, una ciudadanía con invitaciones a clubes y grupos digitales donde interactuar con quienes comparten esta filosofía y, por supuesto, todo el catálogo de productos necesario para satisfacer el ethos del no morir.
La contracara de esta idolatría de la inmanencia, que aboga por el ideal de una eterna juventud higiénica, puede leerse en las palabras del papa Francisco, quien nos recuerda la estética de la finitud: “es una idolatría contemplar las numerosas bellezas sin pensar que habrá un ocaso, ya que también el ocaso tiene su belleza".
Amberes, 23 de Noviembre de 2025.